El acueducto de Segovia es, sin lugar a dudas, el símbolo más representativo de la ciudad castellanoleonesa. Está situado en el Azoguejo, la plaza del mercado pequeño durante muchos siglos. Se construyó probablemente durante el siglo I d.C. por los romanos. Su origen hay que buscarlo a unos 15 kilómetros de la construcción más visible, en la cercana sierra. Allí es donde se encuentra el arroyo Acebeda del que tomaba las aguas.
En su parte más alta, el Acueducto de Segovia mide algo más de 28 metros en dos órdenes de arcos. Entre ellos se conserva una bancada en la que estuvieron colocadas las letras de bronce que daban cuenta de la magnificencia del Emperador que dotó a la ciudad de tan importante obra hidráulica. Junto a estas letras, también se perdieron con el tiempo las estatuas de las divinidades protectoras del monumento. Estaban situadas en los nichos centrales de la obra.
Estructura del acueducto de Segovia
La estructura se compone de, aproximadamente, 20.000 sillares. Con esta cifra es fácil hacerse una idea de lo lenta y costosa que fue la obra. Además, los medios con los que se contaban en aquella época para levantar los bloques de piedra distan mucho de los actuales. Las piedras se izaban mediante poleas y unas robustas tenazas cuyas puntas se introducían en unos agujeros tallados en dos caras opuestas de los sillares y que aún se ven con claridad.
Fuertes andamios crecían al mismo tiempo que los pilares para soportar las cimbras sobre las que se encajaban las dovelas de los arcos. Su pieza central, conocida como clave, tenía que estar perfectamente tallada para ejercer la presión suficiente y evitar la utilización de ningún mortero para la unión de las piezas. Ésta es la gran característica de esta obra milenaria, que sigue viendo pasar el tiempo y todas sus vicisitudes.